“Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que naciese te santifiqué, te di por profeta a las naciones”.
Jeremías 1:5
Agradezco al Señor por la oportunidad de poder compartir mi testimonio de salvación con ustedes, es motivo de mucha alegría recordar las grandes promesas de Dios que hace años atrás me prometió, y hasta hoy las puedo ver cumplidas en mi vida.
Soy nacida y criada dentro de un hogar cristiano, donde estuvo presente la palabra del Señor, los cultos familiares, los cánticos para alabar a Dios y asistir a los servicios que estaban establecidos, Dios mediante. Sin embargo, pese a pertenecer a un hogar cristiano, necesitaba tener un encuentro personal con Dios, nuestro creador.
La fe que viene por el oír por la palabra de Dios, me trajo convicción de que al creer en Jesucristo y comprender su perfecto plan de gratas nuevas de salvación, sería salva, como lo afirma la palabra del Señor en el evangelio según San Juan 1: 12 cuando dice “Más a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios”. Pero como somos enseñados, necesitaba confirmar mi testimonio de salvación, por lo que en oración pedía al Señor que continuará obrando en mi vida.
Gracias a nuestro Padre celestial, que tiene sus oídos atentos a nuestros ruegos, escuchó mi oración y me respondió en una pedestre que se realizó como juventud a Lo Miranda. En la reunión de la noche, el predicador inspirado por Dios dice que el Señor iba a salvar a mucha juventud si nosotros así lo creíamos. Se invita a cantar el himno 189 “Si en esta noche vieras al Señor”, en ese momento el Señor por medio de la alabanza me hace recordar este plan divino de Salvación, y cuando ya íbamos en la última estrofa donde dice “Él habla ya contigo sin rumor, pues a tu lado se ha sentado aquí, ¿No sientes tú la llama de su amor cuando te dice: todo fue por ti?” Mi cuerpo comenzó a sentir ese peso del pecado, algo había pasado en mí, ahora estaba consciente de lo mala que era para con Dios, sin embargo, su amor era aún mayor. En ese momento estaba orando cuando un varón de Dios llega a mí y me da la unción confirmando mi Salvación, diciéndome que el Espíritu Santo ya habitaba en mi vida.
¡Que glorioso fue ese encuentro con el Señor! A la edad de 13 años el Señor confirmó mi salvación, grabando en mi corazón el versículo que dice “Busqué a Jehová, y él me oyó, y me libró de todos mis temores” (Salmo 34: 4). Como niña dentro de la casa del Señor, siempre escuché experiencias de que llegaban a la etapa de juventud y ya se alejaban del Señor, no obstante, el Señor por esa palabra me aseguró que mi futuro estaba en sus manos, porque desde antes de la fundación del mundo me escogió, y desde el vientre de mi madre me santificó para hacerme su hija.
Por ese don inefable, alabo y bendigo el nombre del Señor, porque sus promesas son fieles y verdaderas, no mereciendo este regalo tan hermoso, Él me concede esta linda vida de servir al Señor junto a mi familia, confiando en lo que dice en Proverbios 22: 6 “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él”. Actualmente tengo 22 años, y para la gloria de Dios, estoy dentro del camino del Señor, estudiando en la universidad, y participando con este grupo GELC.
Gracias al Señor por su infinita misericordia, en que, siendo pecadores, Cristo vino a darnos vida y vida en abundancia. Todo lo expresado, para el Señor sea toda honra, gloria y suprema alabanza.
“Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinados para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad”
Efesios 1: 4-5