Hna. Débora García, GELC UDEC.

Les saludo en el amor de Dios. Primero agradecer el nombre de mi Señor Jesús quién ha tenido tanta misericordia de mi vida. Por este escrito quiero compartir con cada uno de ustedes la experiencia que Dios me ha permitido vivir desde el momento que ingresé a la universidad. A fines del año 2017 vivía con mi familia en la ciudad de Calama. El primer viernes del mes de noviembre recibimos una triste noticia, mi abuelito se encontraba grabe en la UCI en Concepción. En ese instante, comenzó una serie de situaciones que harían cambiar la vida que tenía hasta ese instante. Dos meses después (año nuevo 2018) mi abuelito parte a los brazos del Señor, esto hace que como familia nos traslademos de ciudad para poder estar más cerca de mi abuelita (ahora viuda, quién también padece muchas enfermedades) para realizar los cuidados necesarios. Justo ese año me correspondía cursar el primer año de universidad (por misericordia de Dios entré en la Universidad de Concepción). Los primeros meses de mi estadía en esta ciudad fueron muy duros para mí. Sentía una tristeza muy grande porque, extrañaba a mis amistades, a mi iglesia, y todos los hermosos momentos que había vivido allí. ¡Tan grande era mi aflicción! Que creí que entraría en cuadro depresivo, pero como dice la escritura: “Mas Dios muestra su amor por nosotros, en que siendo aún pecadores Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8) y como dice este versículo, Dios mostró su amor por mí. Habían pasado dos meses en que me encontraba en esta situación, y recibí un mensaje vía Instagram de un usuario que no conocía, esta persona me habló invitándome a unirme a un grupo en la universidad para alabar a Dios (Grupo GELC), precisamente esa noche se realizaría un servicio de vigilia de amanecida presidida por este grupo en la iglesia de Hualqui, así que mi hermana muy amorosamente me invitó a participar de ella. Sin pensarlo dos veces, el espíritu que Dios había puesto en mí fue movido a asistir, y esa bendita noche, Dios confortó mi vida, allí Dios me comenzó a dar nuevas risas, nuevas amistades en Cristo con las que hoy comparto felizmente, y aunque los problemas, pruebas y dificultades no cesan de cruzarse en el camino, llevo al recuerdo al cita que dice: “Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo; y después de deshecha esta mi piel, en mi carne he de ver a Dios” (Job 19:25 y 26)… como dice este versículo, puede que sintamos el dolor en nuestra piel llámese así a nuestra humanidad, pero Cristo no nos deja huérfanos, sino que a pesar de la prueba, Él muestra su poder y permite que aún con nuestros ojos terrenales veamos la gloria de Dios obrando en nuestras vidas. Para mi Dios que ha sido y permanece fiel, sea Honra Gloria y Alabanza para siempre. ¡Amén!

Hermana Débora García

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