Mis primeras palabras son de agradecimiento a Dios por ser mi padre, por haberme adoptado como su hija solo por gracia, sin yo tener los méritos para ello y ser un Padre protector que me ha mostrado mucho amor. Desde pequeña fui instruida en los caminos del Señor al nacer en un hogar cristiano y rápidamente comencé a buscar mi testimonio de salvación, a tener un encuentro personal con Dios, Él fue misericordioso y a una temprana edad me salvó y perdonó de mis muchos pecados, en la enseñanza media sin yo saberlo pero sintiendo un deseo intenso por las cosas del Señor (mientras estaba en un internado en Chillán) Dios me bautizó para mantenerme en sus caminos a pesar de ya no estar en la casa familiar, ese fue mi primer acercamiento al mundo, esto me lo confirmó a través de un instrumento en una misión, en ese entonces junto a otra hermana comenzamos a hacer reuniones todas las semanas, en el internado de niñas del Liceo Marta Brunet, donde Dios me honró y vimos su gloria. Al salir de la enseñanza media por misericordia de Dios ingresé a la universidad con el mismo deseo de seguir en los caminos del Señor y no alejarme de él, fue así que busqué un grupo cristiano al que adherirme en mi universidad, sin embargo el primer año, debido a los muchos cambios, Dios me tuvo que enseñar “con palitos” como le tenía que servir, no dejando que lo terrenal entrara en mi corazón y mirando las cosas de arriba primeramente en todo. El primer año no fui muy participativa en el GELC de la UCSC, porque daba prioridad a mis estudios, sin embargo Dios permitió que me fuera mal en un ramo y llegué a la conclusión de que si Dios había permitido que entrara a la universidad Él iba a ser quien me iba a capacitar para salir igual, por tanto yo me iba a ocupar de sus asuntos y no iba a angustiarme tanto por lo terrenal. Desde ese momento comencé a ver su respaldo milagroso en mis notas, no estudiaba la misma cantidad de tiempo y me iba mejor, Dios me dio gracia delante de los profesores y durante mi formación aprendí muchas más cosas de Dios que me maravillaron. Participar en el GELC hizo que no me desconectara por tener que salir de mi ciudad natal a estudiar afuera, me recordaba lo principal, por lo cual Dios me había dejado con vida de pequeña. Aprendí a servir al Señor aun cuando éramos poquitos, cuando estábamos llenos de certámenes y apenas teníamos tiempo para comer, pero también aprendí a deleitarme en Él cuando había gran multitud de hijos alabando su nombre, en las convenciones o en las vigilias de amanecida. GELC marcó mi paso por la universidad, los recuerdos de lo vivido son aliento para seguir en los caminos del Señor en estos tiempos, las amistades que se forjaron continúan y cobijo con mucho cariño todo lo compartido. Ahora al ya estar egresada veo las misericordias de Dios al permitirme dedicarle mi juventud a Dios, en el GELC aprendí a vivir el evangelio practico y en donde sea que nos encontremos. Su enseñanza a través de los estudios bíblicos fueron hasta el día de hoy muy útiles para mi vida cristiana y mi deseo es que mucha más juventud pueda alcanzar esta bendición. Que seamos luz en el mundo y sal de la tierra!” Me encantaría que fuera el lema también para la juventud que recién esta recién comenzando la universidad.
¡Dios es maravilloso, es hermoso, es asombroso! ¡Lleno de amor y de misericordia, a Él sea toda honra, gloria y alabanza por los siglos!