Testimonio Diego Pérez, Rancagua

El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu.  (Juan 3:8)

Con este versículo me recuerdo de una alabanza que tiene como coro “me dijo vive, cuando yo estaba muerto…”, me imagino como ese hálito de vida en forma de viento ingresa por las fosas nasales de un ser que esta agonizante o talvez ya muerto, siento esa imagen en mi corazón casi como si fuera un vivido recuerdo, como si yo mismo lo hubiera experimentado. Sé que lo que mantiene viva nuestra salvación es la fe y también podría apostar que muchos de nosotros sabemos que la fe viene por el oír, el oír la palabra de Dios. Bueno, la forma en la cual llego a mi vida fue de una manera muy particular, que a decir verdad hay cosas que todavía no sé explicar cómo pasaron ciertas cosas para que se formara el milagro más grande en la historia de cualquier persona: la salvación.

En ese tiempo contaba con solo 18 años de edad y también en ese tiempo se venía a la mente todos los días que la típica pregunta que a uno le formulan cuando es niño del ¿Qué vas a ser cuando seas grande?, entonces había cambiado a ¿Qué piensas ser en unos años más? o ¿Qué carrera vas a estudiar? o ¿Cuáles serán tus planes para el corto tiempo que te espera por delante? Y el solo hecho de pensar en eso me producía un sentimiento de repulsión pues no encontraba el sentido de que gran parte de mi vida se basara en responder esa pregunta y satisfacer el deseo de personas que ni siquiera se interesaba genuinamente por uno. Veía a mí alrededor y solo veía confusión, y la siempre presente promesa utópica del éxito vano y ficticio que nos querían hacer creer.

Mi vida no tenía rumbo y sentido. Mi mente y yo querían desaparecer en el anonimato. ¿Qué importa si me voy?, ¿Qué sentido tiene seguir luchando? Me preguntaba… ¿Felicidad? ¿De qué tipo? ¿Habrá alguna que me satisfaga? ¿Es esto la vida? ¿Habrá algo más? Me seguía preguntando. Todas esas preguntas estaban presentes cuales aves que vuelan sobre un hombre sediento que yace en el desierto.

Decidí entrar a estudiar una carrera que me ayudara a ganarme la vida en el futuro, mis planes era de ganar dinero y poder irme lejos, vivía arrancando de la realidad. Como no era una carrera que me gustaba naturalmente me empezó a ir mal, de mal en peor, no comprendía las materias, no me concentraba en clases y mis notas eran malas en el más optimista de los casos. En medio de esa confusión quería respuestas pero cada vez que intentaba siquiera poder resolver un problema en mi vida me resultaba peor y cada vez estaba más mal. Me recuerdo que en ese tiempo mi mamá se preocupaba mucho por mí, he intentaba llegar a mi corazón con la palabra de Dios, pero tan duro estaba mi corazón que aun esquivaba sus más sinceras intenciones de ayudarme. Hasta que un día cuando ya no tenía más fuerzas recordé lo que un día mi madre me dijo, recordé cuando era un niño y me enseñaron en una clase dominical sobre Sansón, recordé aquel predicador callejero que me decía ven a él, recordé las palabras de aquel programa de radio que me llamaba a Jesús, recordé que un día mi corazón era feliz junto a una familia feliz, estaba enemistado con Dios porque no entendía por qué él había dejado que todo esto pasara, y me arrodille, y ore, y le dije: -Señor si Ud. es real, por favor demuéstremelo, Señor si Ud. es real por favor demuéstreme que es real, porque yo ya no puedo más con esta carga.

Me levante seguí mi camino me olvide de mis problemas, y espere a que Dios me respondiera, no paso mucho tiempo, cuando retomaba mi rutina de ida hacia el lugar en el cual estudiaba y le sentía tanto rechazo, cuando de repente sale al encuentro un joven que no veía hace mucho tiempo atrás, se me acerca y con un cariño que no me esperaba me saluda y me dice unas palabras que no olvidare, él me dice: -perdóname. Y yo lo quedo mirando y le digo: -porque tú me pides perdón a mí, si yo me acuerdo que los dos tuvimos una disputa y fue por mi culpa que nos enemistamos. Y me vuelve a pedir perdón. Cuando recapacito él continua diciendo: -Yo soy cristiano ahora sirvo al Señor. En ese momento me quede en silencio, y entendí algo, algo de lo que no me había dado cuenta antes, EL POR AMOR SE ESTABA HECHANDO LA CULPA ENCIMA, cuando entendí eso, y vi el cambio en ese varón, pude entender que Dios estaba ahí, y que Dios estaba en el corazón de ese varón. Ese día el me habló de la escritura, hablamos por horas de la palabra del Señor, ese día falté a clases, que importaba, ahora tenía una nueva esperanza, llegué a la casa le conté a mi madre lo acontecido, se alegró y me preguntó si quería hacer la oración del pecador, di un torpe amén, pero desde ese día empezó a ocurrir un cambio en mí, boté de mi ropero las ropas viejas, todos lo que se relacionaba con el mundo lo saqué de mi habitación, boté música, limpié mi pieza, y al otro día el Señor me dio ropas nuevas, el mismo dejó que las eligiera. En un momento estaba muy cansado apenas podía con mi carga, pero de repente me encontraba en la situación de un náufrago que recién llega a puerto después de días sin comer, sin fuerzas, pero la gente que lo encuentra se preocupa por él con mucha delicadeza. Pero todavía faltaba que llegar a la iglesia.

Ese día domingo me preparé y solo quería volver a la iglesia y sentirme en compañía con la hermandad como lo había sentido cuando solo era un niño que se sentaba en las escalinatas de una iglesia mientras veía a sus padres adorar a Dios. Sabía que el Señor me estaba llamando y me entregue a Él, cuando nos estacionamos para entrar a la iglesia yo y mis hermanos todavía estábamos en la camioneta cuando el solo hecho de escuchar los coros y las alabanzas que salían de ese lugar llenaban mi corazón, me bajé y empecé a caminar al templo y la sensación era cada vez más fuerte, una vez en la puerta el portero me da un abrazo con tanto amor que ya no aguante más y comencé a llorar como un niño, como hace mucho tiempo no lo había hecho, caminé por el pasillo y el pasillero nos indica que fuéramos arriba porque esa iglesia estaba repleta, y mientras subía por esos peldaños se me venía a la mente una canción que habla sobre el hijo prodigo y me acordaba cuando era un niño, que había estado afuera de su casa, que había hecho lo que no era agradable delante de Dios, pero que Dios en su misericordia me perdonaba y ahora Él me recibía con sus brazos abiertos y extendidos, me recuerdo que cuando llegué al segundo piso, pude notar a una iglesia hermosa, un coro ordenado y muy limpios, los hermanos cantando todos al unísono, y una voz me hablaba a mi corazón y me decía “¿Recuerdas que me preguntaste si yo soy real? ¿Ahora yo te pregunto a ti, a quien crees que le cantan estos?”… Ese día entendí varias cosas, me recordé de mi pasado y el Señor me hablaba y me daba a entender que todo lo malo que tuve que pasar lo tuve que pasar, y que todo lo malo que había hecho el tenía misericordia y me perdonaba, pero todo lo acontecido Él lo había hecho perfecto para que ese día yo recibiera la salvación. Luego de ese día todo fue distinto me empezó a ir bien en mis estudios, ya que el Señor abrió mi entendimiento, tenía mi corazón limpio y me podía concentrar en las materias, me permitió conocer gente muy linda en el Señor, compañeros cristianos e incluso profesores, pude dar testimonio entre mis pares, y me permitió salir y egresarme para la Gloria del Señor, pues nada sería sin su misericordia.

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