Solange Daza Gallegos, Pueblo Seco, IST Santísima Concepción

En primer lugar, les saludos mis hermanos y hermanas que lean este testimonio. Mis primeras palabras son de gratitud para con nuestro Señor Jesucristo, por la gran honra que Él me da, de ser llamada hija de Él, aún sin merecerlo.

De oídas te había oído; Mas ahora mis ojos te ven, Job 42:5.

Nací y fui criada en mis primeros años de vida en el evangelio de nuestro Señor Jesucristo, sin embargo, a la edad de aproximadamente 9 años, mi familia y yo nos alejamos de Dios, de esta manera, llegando la ruina y las grandes pruebas a mi familia y a mi vida personal.

Al pasar los años, y sumida en una depresión muy fuerte, en donde estuve muchas veces al borde de la muerte, llego la luz a mi vida repleta de oscuridad, a la edad de 17 años, Dios me rescató de la tristeza y me entregó el regalo más grande que alguien me ha podido regalar, la salvación de mi alma.

Un 29 de marzo, mi vida cambio completamente, cuando Dios entro en ella, mis pensamientos fueron transformados en un segundo, aún yo sin creerlo. Fue también en este día cuando diversos aspectos de mi vida terrenal cambiaron, Dios al entregarme mi salvación, también me advirtió que el lugar y la carrera que yo me encontraba estudiando en esos momentos, no era su voluntad, pues no era una carrera para una hija de Él, por lo que me ordeno que debía salir de ahí, ya que, si seguía ahí, solo llegaría ruina a mi vida.

Fue en ese momento, cuando por permisión de Dios, comenzó uno de los procesos más importantes que he tenido con mi Señor. A punto de cumplir los 18 años, y ya llevando un mes de clases en la carrera de Psicología, en la cual, según yo erróneamente pensaba que por méritos académicos había logrado ingresar, me salí de la carrera, sin saber que pasaría con mi futuro, pero obedeciendo al Señor.

Luego de un año, Dios me permitió ingresar a una nueva carrera, obedeciendo a su palabra. Al ingresar, mi Señor Jesucristo me honro de conocer a dos hermanas en la fe, las cuales se congregaban en la Iglesia Evangélica Pentecostal y de esta manera, formando una amistad en el Señor, mencionó esto, pues junto a mis dos hermanas en la fe, comenzamos a congregarnos en el Grupo Gelc de la Universidad, siendo de gran bendición para mi vida.

Cuando ingrese a esta nueva carrera y universidad, me informan que el beneficio de gratuidad, el cual Dios me había dado en la carrera anterior, solo me cubriría un año, pues al pasar este, yo perdería tal ayuda. Muy triste, ore al Señor, llorando, preguntándole el porque de esta situación, pues yo le estaba obedeciendo y estaba realizando su voluntad.

Es así como paso el año universitario, en donde Dios en muchas ocasiones me hablo a través de la profecía, tanto en mi iglesia local a la cual pertenezco, como en misiones a diversas partes de Chile, como también, a través de su palabra, la profeta mayor. En cada ocasión, Dios me hablaba solo de una cosa, que mi futuro estaba en sus manos, y que yo debía aumentar mi fe y confiar en Él.

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