Hna. Nancy Duran, GELC UBB

“Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras; Estoy maravillado, Y mi alma lo sabe muy bien.” Salmos 139:14.  Gracias doy a Dios, porque en su inmenso amor, me permitió nacer en un hogar cristiano y desde pequeña me han educado en el amor del Señor, haciéndome ver la miserable condición y resultado del alma no regenerada, la necesidad de nacer de nuevo, y el sacrificio de Cristo por el cuál es salvo todo aquel que cree. Dejándome en claro que la salvación es personal y que yo debía tener un encuentro personal con Dios. Por lo que a medida que crecía, más deseaba conocer al Señor en Espíritu y en verdad, es así como a la edad de 15 años, mientras realizábamos un sencillo culto familiar en el living de mi casa, el Espíritu de Dios a través de su palabra (la fe de la mujer que tocó el manto de Jesús) hizo triunfar en mí la fe, por la cual creí y esa misma noche mi oración se trasformó en un río que fluía como nunca antes había orado, no podía comprender tan inmenso amor, y mi más ferviente deseo era dejar este mundo para irme con el Señor. Días después el Señor me bautizó con su Santo Espíritu y como dice su palabra, comencé a experimentar el poder de Dios, dándome amor por su palabra, la que sólo leía dentro del templo ahora era mi más preciosa posesión, y desde entonces su gracia me ha sustentado. Cuando ingresé a la Universidad no creí necesario participar en este ministerio, ya que, tenía la posibilidad de asistir a mi iglesia local toda la semana, sin embargo un día, estando muy triste porque me habían entregado pésimas notas en muchos certámenes, subí al bus y no pensaba en nada más, no lo comprendía pues hasta ese minuto había visto la ayuda del Señor en mis estudios, allí en el bus se subió una niña y comenzó a hacerme muchas preguntas, era católica y me preguntó si yo era evangélica pues los evangélicos no estaban “ni ahí con la virgen” a lo cual yo sonreí y le dije: sí, soy evangélica y no estoy “ni ahí con la virgen”, ambas nos reímos y al ver su entusiasmo olvidé mi tristeza y comencé a predicarle sobre Cristo, único camino al Padre e intercesor, al bajar del bus sentí un llamado de atención pues lo más importante, predicar al Señor en la universidad, lo había descuidado por causa de los estudios, así que fue allí cuando ingresé al ministerio GELC y ha sido un oasis para mí, donde la juventud es instruida en la palabra del Señor y la comunión de Dios está en medio de nosotros, pues todos hablamos el mismo idioma. Por último, destaco que el Señor me ha mostrado su poder incontables veces en la Universidad, a pesar de mi incapacidad, él me ha permitido avanzar en mi carrera y sé que en sus manos está mi vida. Para Dios sea siempre toda gloria, honra y suprema alabanza.

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